Uno de mis sueños siempre ha sido poder asistir a un Gran Premio de Fórmula 1. La realidad es que hasta este año nunca he tenido la oportunidad de hacerlo, pero tras una odisea en lo que se refirió a la venta de entradas conseguí obtener una.
El primer día que pisé el Circuit de Barcelona-Catalunya me quedé en shock. El trazado y sus alrededores ganan muchísimo en tamaño una vez uno los puede contemplar de cerca. Para mi desgracia el pit-walk, programado para el jueves, no lo pude disfrutar porque la organización no dio acceso a la zona más allá de las 6 de la tarde, dejando a muchísimos aficionados fuera y sin poder conocer a sus ídolos. Aún así, logré acceder a mi grada y pude hacerme una idea de lo que vería las próximas jornadas.
Para el primer día real de actividad en pista pude disfrutar de la aparición, en el Fan Forum, de los pilotos de AlphaTauri y Alfa Romeo, muy implicados con nosotros en todo momento. Aunque el plato fuerte vino después. Fernando Alonso salía del lateral del escenario y todos aquellos que estábamos ahí rugíamos como si de la victoria 33 se tratase (cántico repetido en el momento junto a muchos otros). Esto fue, sin duda, de lo mejor del fin de semana. Ver a tantas personas de tantos rangos de edad disfrutar de la presencia del asturiano.
Enfocado en la acción en pista, sorprende lo grandes que son los monoplazas, independientemente de la categoría. Estando allí, viendo los coches pasar a 300 kilómetros por hora a apenas unos metros de ti, te haces una vaga idea de lo peligroso que es estar montado en esas bestias. En cuanto a los cronos, el viernes apenas fue significativo para la F1, aunque vivimos una gran clasificación de F2 y la impresionante pole de Pepe Martí en la F3.
El sábado fue un día movido. Me levanté muy temprano para acudir a la Fan Zone y disfrutar del show que dieron los pilotos de Alpine, Ferrari y Red Bull (aunque de estos sólo acudió ‘Checo’ Pérez). Desde luego, otro momento álgido del fin de semana. Gran pasión por Sainz y Pérez, polo opuesto hacia la figura de Esteban Ocon, quien fue abucheado por muchos tras las actuaciones del año pasado con uno de los ídolos locales.
Volviendo a la pista, los Libres 3 estuvieron pasados por agua, al igual que la carrera de F2. Esta última pude disfrutarla desde la Pelouse. Otra de las cosas en las que me fijé fue en la estela de agua que sueltan los coches. Aunque desde el trazado no se vea tan contundentemente como en la televisión, sí que se aprecia la cortina que empeora la visibilidad de los pilotos.
La clasificación de la Fórmula 1 fue una montaña rusa de emociones para todos. Cada salida de pista se vivía como un adelantamiento en la última vuelta y cada sorpresa (que fueron muchas aquel sábado) se gritaba como un gol en el último minuto. Los españoles teníamos motivos para celebrar con el segundo puesto de Carlos Sainz, pero salíamos con una sensación agridulce por la mala clasificación de Alonso, noveno por los daños en su fondo. La pole fue para Verstappen.
Y llegó el gran día, llegó el domingo de carreras. Empezábamos fuerte, con una victoria española en F3 de la mano de Pepe Martí, uno de los diamantes de la cantera española en el automovilismo. El Circuit era un rumor y todos nos alegramos mucho por ver a uno de los nuestros triunfar en casa. He de mencionar, para cerrar este apartado de la categoría pequeña, que estos monoplazas son los que más suenan. Suena sorprendente, pero es así. A la hora de salida de la F2 se empezaban a ver nubes en el horizonte, aunque no afectarían a una carrera muy entretenida y con muchos movimientos.
Las dos horas previas a la carrera de Fórmula 1 fueron entretenidas. Los pilotos se pasearon por todo el circuito para saludar a los que nos encontrábamos allí y nosotros les respondimos con halagos y ánimo. No pasó lo mismo con los afortunados del Paddock Club, quienes siguieron los mismos pasos que las estrellas del día, aunque con el resultado opuesto a estos.
De vuelta a la Fan Zone poco a poco todo se iba vaciando. Todos nos disponíamos a ver a los coches rodar, mientras el cielo prometía dar espectáculo con nubes amenazantes acercándose a Montmeló. Puedo prometeros que la gran mayoría de espectadores de mi tribuna estábamos viendo (dentro de la poca señal que había en el Circuit) la previsión meteorológica. Parecía que iba a llover.
Todos estábamos tensos. Los coches iniciaban la vuelta de formación y empezaban a caer las primeras gotas sobre nuestras cabezas. La incertidumbre reinaba entre el público y los pilotos se colocaban en sus respectivas posiciones. La grada en pie, luces del semáforo… y una horda de bólidos a toda pastilla pasaron. Todos estábamos en éxtasis tras una bonita primera vuelta.
La lástima fue ver que aquello resultó ser el máximo que nos brindó la carrera del Gran Premio de España. Lo único destacable de la misma, los múltiples adelantamientos en la recta de meta, que, por suerte, pude presenciar en primicia. Max Verstappen ganó de forma sublime, seguido de unos Mercedes que salieron muy reforzados aquel domingo.
A los españoles la suerte no les acompañó. Carlos Sainz logró quedar quinto con un Ferrari que no daba para más y Fernando Alonso no pudo remontar más allá del séptimo puesto. Tras finalizar la carrera todos salimos en desbandada a la pista para ver el podio y quedarnos un rato paseando por la misma. Yo pude llevarme unas piedras de la puzolana, en la que Alonso se dejó parte del fondo el sábado, como gran recuerdo de este viaje.
Quiero dedicarle un párrafo a la organización del evento. Por lo que estuve viendo, en 2022 hubo numerosas quejas y este 2023 también se han dado elementos inadmisibles. El pit-walk del jueves fue un desastre estrepitoso, ya que fuera de lo lleno que se pudo ver en numerosas fotografías, muchos estuvimos esperando más de una hora para entrar sin poder lograrlo. Los accesos al Open Track del domingo fueron muy limitados, más de lo que indicaba la directriz oficial del Circuit, y las colas de espera para aparcar, según he podido leer, fueron mortales.
Yo por suerte este último mal no lo sufrí, ya que me desplacé en autocaravana aparcando en un espacio dedicado a las mismas. Para cerrar, solo puedo quedarme con el sentimiento de gratitud y felicidad por esos cuatro días. Sin dudarlo, el vivir desde dentro un Gran Premio de cualquier disciplina es algo único. Una experiencia inolvidable.